lunes, 3 de noviembre de 2014

La obsolescencia programada

Muchos de vosotros os plantearéis qué es la obsolescencia programada y por qué os tenéis que leer esta entrada. Pues bien, la obsolescencia programada no es más que la programación de los años de vida útil de cualquiera de los bienes que podemos adquirir para que, tras el paso de un tiempo establecido de antemano este se vuelva obsoleto, anticuado o inservible. ¿Cómo ponen las empresas en funcionamiento dicha práctica? Lo resumiremos en dos puntos básicos:
  1. Uno de los modos de hacer inservible cualquier objeto es el que se ponía en práctica hace unos cuántos años principalmente que consiste en hacer que el objeto en cuestión deje de funcionar porque sí, cuando podría tener una duración mucho mayor. Es el caso de muchas impresoras, a las que les ponen un chip que cuenta el número de copias realizadas y hace que la impresora se estropee justo al llegar a ese número. Sólo con quitar este chip, la impresora volvería a funcionar correctamente. Muchas multinacionales hacían también baterías o piezas de chismes electrónicos "defectuosos" para, después, cobrarte un precio elevadísimo por esa pieza estrictamente necesaria para que tu aparato funcione bien.
  2. Los directivos de las compañías se dieron cuenta de que esto hacía que los consumidores perdiesen la confianza en sus marcas y sus ventas descendiesen, por lo que encontraron un modo, todavía mejor de aumentar brutalmente sus ganancias sin perder la confianza de los consumidores. Es tan simple como la manipulación, a través de la publicidad principalmente, de la sociedad para que esta cambie su concepción e intente ir siempre "a la moda". Cuando la sociedad está cumpliendo con este rol, las personas caen, víctimas de la obsolescencia programada en un mordaz juego en el que te renuevas, o mueres, esclavo de las tendencias.
Hace algunos años, en países fundamentalmente comunistas, se intentaba producir los bienes con el fin de que estos tuviesen la máxima duración posible frente a la mentalidad de producir siempre buscando el máximo beneficio que tienen los países capitalistas. Pues bien, hubo una cumbre entre algunas de las principales multinacionales en la que se pusieron de acuerdo en realizar, en todas las empresas, productos cuya vida se encontraba limitada y su destino "amañado" de antemano. Actualmente, desde bombillas hasta cualquier electrodoméstico o automóvil están predestinados a morir cuando la empresa lo desee. En la República Democrática Alemana (click aquí para saber más sobre la RDA), una empresa consiguió hacer una bombilla que durase 100 años. En su tiempo se vendió, pero como muy pocas bombillas fallaban, los fabricantes dejaron de ganar dinero y su empresa se hundió, como ya habían predicho sus vecinos de "la otra Alemania". Todavía quedan algunas de aquellas bombillas repartidas por Europa, que siguen emitiendo luz como antaño.
Todos somos víctimas directas o indirectas de la obsolescencia programada
Pero, aquí no acaba, ni mucho menos, este enorme problema. El quid de la cuestión reside en que, al limitar la vida de las cosas, se inicia un bucle del cual no podemos salir de consumo desenfrenado, sin ningún tipo de límite ni escrúpulo. ¿Debemos tirar o debemos reutilizar? Y no se trata sólo de cuestiones o planteamientos ecologistas. Se trata de que este sistema está generando miles y miles de toneladas de residuos, y a un ritmo desenfrenado, que no queremos albergar en nuestras amadas patrias. Y, ¿qué hacemos los amables y bondadosos seres humanos? Qué carajo íbamos a hacer, lo enviamos todo a África y santas pascuas. Y los africanos se tienen que tragar toda aquella "basura programada" enmascarada bajo la excusa de que es "material informático", por ejemplo, del "primer mundo" para contribuir a la globalización digital. Decir que muchos de estos residuos son venenosos o incluso cancerígenos y que, al tratarse de componentes en muchos casos electrónicos, suponen un gran riesgo para la población local, que por desgracia no tiene los conocimientos básicos para pode manejar las nuevas tecnologías.
Está claro que nuestra sociedad ha de producir para comer, pero, no sería conveniente equilibrar la balanza entre trabajo, calidad y precio para hallar una nueva generación de productos en los que paguemos dependiendo de su tiempo de duración?, ¿no será mejor encontrar el equilibrio entre el hundimiento industrial y la producción masiva de residuos? La reparación de los productos también genera dinero, creando miles de puestos de trabajo. Y aquí va un ejemplo: Una compañía española ha creado la “bombilla eterna”: no es necesario tirarla cuando se funde porque puede abrirse para sustituir o reparar todas sus piezas. “Es la mejor manera de evitar residuos. ¿Por qué tirar la ampolla y generar basura cuando puedes abrirla y arreglarla?”
Cada vez el movimiento anti-obsolescencia se consolida más rápidamente en Europa, y Francia ha sido el primer país en incluir medidas de este tipo en su nueva "Ley de eficiencia energética". Los fabricantes se posicionan totalmente en contra y sólo el ciclo de los acontecimientos nos dirá el desenlace final ante este giro radical de los acontecimientos. (PARA MÁS INFORMACIÓN PINCHAR EN ESTE ARTÍCULO RECIENTE DEL DIARIO "EL PAÍS")
En ocasiones, queridos amigos, la cantidad no genera la felicidad y la calidad no la miden los estilismos.
Os dejo AQUÍ un documental de la 2 de Televisión Española a partir del cual he sacado parte de la información y que me resultó más que interesante. El enlace es directo al vídeo y es totalmente gratuito.

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