jueves, 13 de agosto de 2015

Paraísos artificiales: consumismo o barbarie

Vengo de Gran Bretaña, concretamente de Londres. Me hallo atónito con lo que he visto, pues mis peores sospechas han sido estos días confirmadas.
Claro está que tras el derrumbe y el estrepitoso fracaso de la URSS, con la caída del Telón de Acero y su desintegración en el 1989, nadie se atreve ya a plantear sistemas económicos o sociales alternativos. Tampoco soy yo ningún prestigioso economista para plantearlos. Lo que sí voy a hacer es hablar del capitalismo enfermizo y desenfrenado que se cierne sobre la ciudad más grande de la Unión Europea, donde he tenido la suerte(o desgracia) de vivir durante algún tiempo.
Si en el resto del mundo el tiempo es oro, en Londres el tiempo son gigantescos diamantes en bruto del tamaño de una casa.
Me sentí por primera vez en mi vida como el protagonista de la aclamada película de 1993 Atrapado en el tiempo, cuando todos los días veía pasar los mismos autobuses a la misma hora, por el mismo sitio y a la misma gente esperándolos, con idéntico rostro de aburrimiento. Todos los días, lloviese o cayesen chuzos de punta, mi autobús pasaba a las 7:28, y yo tenía que cogerlo. Todos los señores y señoras allí presentes, pese a ser de razas, clases sociales y nacionalidades diversas tenían algo en común: la misma cara del sonámbulo que se levanta sin poder evitarlo a tomar algo de la nevera, la misma cara que un zombi tendría un lunes por la mañana.
Asimismo, tuve un día el placer de ver cómo una puerta de metro me pillaba la cabeza, literalmente, mientras intentaba bajar de este junto a una multitud de mecánicos seres que deambulaban por el subsuelo londinense. Y es que allí, las puertas se cierran enseguida, para garantizar la puntualidad del tren, y les importa más bien poco si un chaval está intentando salir y hay mucha gente que quiere hacerlo a la vez que este. Las puertas cierran, y ya está. Si te pegan un golpe en la cabeza o no puedes salir en la parada que deseas, mala suerte.
Cuando los medios de comunicación hablan de Londres, hablan de una gran ciudad con una reducida tasa de desempleo y un cuidadísimo aspecto arquitectónico que armoniza con los antiguos edificios de la ciudad: la catedral de Saint Paul, el Buckingham Palace, el Palacio de Westminster…Pero nadie, absolutamente nadie, habla de la gran cantidad de gente sin hogar que vaga por las calles pidiendo, con carteles o con instrumentos musicales, una ayuda para poder subsistir. Tampoco nadie habla de unos semáforos que favorecen el tránsito de automóviles por la ciudad y hacen que la gente que desee ir andando o en bicicleta lo tenga muy crudo, puesto que es ínfimo el tiempo que estos dejan para cruzar a los viandantes. Llegué a ver a gente de avanzada edad pillando algún que otro sofocón.
Y es que el capitalismo desenfrenado no da tregua siquiera a la gente que tiene que hacer sus necesidades en pleno corazón de Londres, en la famosa Oxford Street. Un lugar donde un baño de la calle sólo se abre con una moneda de cincuenta peniques. Todo de forma automática. Lamentable si tenemos en cuenta que en la mayoría de comercios no te cambian dinero si no consumes. Un lugar donde no dispongan de servicios en centros de electrónica y libros de tres plantas bajo el paupérrimo argumento de “aquí no se vende comida” no me gusta para ver crecer a las siguientes generaciones. Y por qué no hablar del McDonald’s que no tenía baños o de los bares donde antes de que llegues al váter te han obligado a consumir algo para poder usarlo. ¿No teníamos los seres humanos sentimientos? Hola thatcherismo, adiós humanidad y visión social.
Decía Nega, cantante de Los Chikos del Maíz, que tan sólo somos animales en paraísos artificiales, zombis alienados deambulando por escaparates. Y en esta enorme ciudad  todo el mundo aspira a unas zapatillas Nike de esta temporada y a un iPhone6. Sin criticar, todos caen como borreguitos, independientemente de su ideología. Entras en un Primark y todos van cual ovejitas con sus bolsas llenas de prendas que cuestan poco dinero a costa de los remotos lugares donde PERSONAS con contratos basura las han fabricado por una miseria. 
Mientras tanto, grandes multitudes humanas van como esclavos, con la misma ropa en sus gigantescas bolsas, esbozando una tímida sonrisa, presos de un sistema que les dice qué deben comprar para conseguir la máxima aspiración como parte del gran engranaje del capitalismo masivo: llegar a formar parte de la codiciada clase media. Sin rechistar luchan cada día por poder aparentar que son algo más que pobres, algo más que losers. Como reflejaba el pensador inglés Owen Jones en su libro Chavs: la demonización de la clase obrera, luchan por levantarse cada día y poder mofarse de quienes constituyen la prole a la que pertenecieron, la demonizada clase obrera a la que, con iPhone6 o sin él, terminarán subyugados toda su vida, a merced de la opinión pública que algunos seres humanos de dudoso reconocimiento como Rupert Murdock controlan cada día sin piedad alguna.

Estas son sólo unas reflexiones acerca de los límites del capitalismo sin frenos; sólo nosotros podemos ponérselos para lograr un sistema más igualitario. Mientras tanto, famosos multimillonarios como Warren Buffet se mofan de nosotros, empleando el término “lucha de clases” que tanto se esforzaron por hacer desaparecer en su día. Como él mismo dijo: “Claro que existe la lucha de clases, y de momento va ganando la mía”.

5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Los rostros de las personas en los autobuses, en el metro de Londres, no difieren mucho de los que pueden observarse en Madrid, en Barcelona, o en cualquier ciudad del mundo desarrollado. Si la cara de un obrero occidental no refleja alegría a la hora de ir a trabajar, el rostro de un etiope afectado por la hambruna manifiesta desesperanza, miedo o dolor.
    Las puertas del metro que se cierran antes de hora, los cincuenta peniques para usar un servicio público, pueden parecer meras anécdotas irrelevantes para muchos millones de seres humanos. Para todas esas personas que arriesgan sus vidas para conseguir traspasar nuestras fronteras. Y que sueñan con un empleo en Londres al que llegarían en metro, que sueñan en tener en sus bolsillos algunos peniques honradamente ganados y poder pagar un penique para entrar en un baño digno y aseado.
    Por lo demás no creo que todos los Londinenses aspiren a unas zapatillas Nike o/i a un Iphone6 para ""poder aparentar que son algo más que pobres, algo más que loser"". Aquí se recurre a generalizar, cuando cada ser humano es un mundo singular en sí mismo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que tu visión es errónea y no has entendido mi entrada. En primer lugar te invito a ir a Londres para comprobarlo por ti mismo. No entiendo qué tienen que ver aquí los pobres inmigrantes, sinceramente. He tratado de recopilar unas cuantas anécdotas o hechos que me parecieron curiosos para reflejar una realidad que pude observar durante mi estancia en la ciudad más grande de Europa. Creo que recurres a una demagogia digna de los grandes de la propaganda de la Historia, como Goebbels. Si bien estñá claro que es un duro problema, sólo he tratado de reflejar, como Lorca en "Un poeta en Nueva York", como el capitalismo llevado a su máximo exponente acaba generando una sociedad, además de llena de desigualdades, llena de complejos, de máquinas y a través de la cual se acaba con lo verdaderamente humano.

      Eliminar
  3. Según tú, mi opinión es errónea. Y para que comprenda tu entrada me recomiendas ir a Londres.He estado tres veces en la capital británica, poco puedes enseñarme sobre esta urbe.
    Escribes que no entiendes lo que los pobres inmigrantes tienen que ver Veras... Lo que a ti te parece una sociedad llena de desigualdades, un infierno y un ejemplo de capitalismo desenfrenado e inhumano, para millones de hombres, dispuestos a arriesgar sus vidas por conseguir vivir en nuestras capitales occidentales, Londres representa un sueño de libertad, una tierra de oportunidades, la posibilidad de una vida digna, de paz y prosperidad.
    Siento opinar que tomar en consideración todos aquellos para quienes Londres significa la tierra prometida y no un infierno, no es recurrir a la demagogia, es argumentar con la base de una realidad palmaria. Para esos millones de inmigrantes, el infierno y las sociedades deshumanizadas son los lugares miserables y destrozados por las guerras de los que quieren escapar.
    Para colmo me comparas con Goebbels. Esa descalificación insultante denota tu falta de respeto y de tolerancia con las opiniones que no comulgan con las tuyas. Es triste que para imponer tus criterios no puedas más que verte arrastrado a insultar tus interlocutores.

    Cuando desees volver a criticar el consumismo, piensa si cuando viajas elijes hoteles sin ostentación o si los escoges de tres y cuatro estrellas. Piensa en si tus sueños te llevan al turismo por Nueva York, Tokio o Viena, O si por lo contrario te llevan a lugares pobres de nuestro planeta para ayudar y colaborar con asociaciones humanitarias, y no consumistas.

    ResponderEliminar

DEJA AQUÍ TU OPINIÓN.