sábado, 26 de julio de 2014

Arusabelet y la libertad (Cuento)

Érase una vez un pequeño pueblo, diferente, pintoresco, incluso se podría decir que atípico, llamado Datrebil, en un país muy, muy lejano. En él vivían las personas más cultas que se puedan imaginar. Las calles estaban llenas de músicos, pintores, o mimos callejeros, que se mezclaban con curiosos y extraños personajes casi sacados de un cuento de J.K.Rowling, vestidos de variopintas maneras y colores.
Este lugar especial tenía la peculiar característica de que
en él, al contrario que en nuestra sociedad actual, no se valoraban los lujos ni las cualidades superficiales como la belleza, sino que lo más valorado era el conocimiento, la cultura o la sapiencia. En la TV destacaban los concursos televisivos con formatos similares al de Saber y Ganar, a los que se daba mucha más importancia que actualmente; y habían cientos de reportajes. Los niños jugaban a videojuegos sobre la historia y leían miles de libros cada año. Eran auténticas máquinas del librepensamiento y todos tenían su propia ideología política. Todas las semanas, se reunían los domingos para hacer grandes debates sobre una amplia variedad de temas políticos y culturales en una gran plaza con estatuas de los más grandes actores y directores de Hollywood y el cine español; se llamaba "La plaza del cine", y la presidía un busto de Marlon Brando.
Arusabelet tenía 15 años y era un chico muy tímido, de complexión delgada y pelo rubio, que sabía un montón sobre el cine, el teatro y la música, pero quien no le gustaba hablar con los demás sobre lo que sabía. Le gustaba escribir en un cuadernillo rojo sus sentimientos. La gente lo miraba mal, con caras largas, lo ignoraba e incluso no se quería sentar con él en el bus, todos le llamaban ignorante. Su familia se preocupaba por él y le decía que interviniese en los debates y hablase con la gente si quería ser alguien. Él, avergonzado, sólo asentía con la cabeza.

Pero, al cabo de unos meses de que se empezase a dar esta situación, pasó algo asombroso, algo inimaginable, horrendo. La televisión, por intereses políticos y económicos, comenzó a ofrecer a la población programas rosas, sin contenido cultural, de puro entretenimiento. Los chavales, que antes estaban incentivados fundamentalmente por la televisión para aprender, dejaron de hacerlo, y comenzaron a hablar y escribir mal, a dejar de pensar por sí mismos para hacer que la televisión lo hiciese por ellos. La población empobreció culturalmente y ya nadie hacía caso a los informativos y debates sociales, que ya se podían contar con los dedos de una mano.
Pero Arusabelet seguía viendo el poco contenido de calidad que quedaba, y era el único de sus amigos que todavía pensaba por sí mismo. Hasta sus familiares y allegados más cercanos habían sucumbido. Él lo sabía, él se daba cuenta de lo fáciles que son de manipular las personas, pese a lo cultas que pueden llegar a ser. Su entorno estaba contaminado, era como si todos esos pensamientos y razonamientos que tenían los habitantes de Datrebil se hubiesen caído por un precipicio; veía que ahora todo era abismo, y, al fin, los gobernantes podían campar a sus anchas. Como a los ciudadanos les daba igual la política, los políticos se lucraban con comisiones, dinero negro y facturas falsas. Nadie denunciaba esto, pues tal era la manipulación, que solo un mínimo número de personas pensaban ya por sí mismas.
Un gran día, Arusabelet tuvo una idea para hacer que todo volviese a ser como antes. Se fue a comprar un megáfono y pintura facial a un chino, y, dejando de lado sus temores, decidió salvar a su pueblo. Se pintó la cara cual antiguo guerrero, cogió su megáfono y se dirigió rumbo a "La Plaza del Cine". Tragándose su vergüenza y sus temores, comenzó a vociferar con todas sus fuerzas cánticos y rimas pegadizas contra el gobierno y contra la telebasura. Poco a poco, la gente iba empezando a reflexionar y se daba cuenta de los seres en los que se habían convertido todos y cada uno de ellos, guiados por los políticos del pueblo y las televisiones locales, que eran las únicas que veían. La situación llegó a un punto en el que todos los habitantes de Datrebil estaban en la calle. Y estaban en la calle luchando por lo que querían, luchando por una televisión digna, luchando contra la corrupción local y, unidos por la cultura y por el joven Arusabelet, ahora ídolo local, que consiguió liberar a su pueblo de las redes de la telebasura y la corrupción. Consiguió que todos volviesen a pensar por su cuenta y devolvió al pueblo a la normalidad. Ahora, todos aquellos que le criticaron y le insultaron por ignorante, se arrastraban ante él para ser sus amigos, pues les había demostrado que en la vida, las apariencias engañan y nunca las cosas son lo que parecen.
FIN.
Esta historia es una mera reflexión hecha historia, es todo y nada, es libertad y opresión, es realidad y ficción, es solo lo que vosotros, los lectores, queráis que sea. Agradecer a mi compañero Pablo Zaldívar( @pzaldivar) su preciosa ilustración de Arusabelet con su cuadernillo rojo, y Datrebil y de fondo. Muchas gracias de corazón a él y a todos los que hacéis este blog posible y participáis, por mínima que sea vuestra aportación. ¡Juntos sumamos!

6 comentarios:

  1. Me impresionas...y cada día más

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  2. Increíble������ que bueno es que haya gente así...

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    1. Me alegra mucho saber que te guste, comentarios como este me impulsan a seguir hacia delante. Si te place explicarme qué significa para ti "gente así" lo leería encantado jajajaja. Un saludo!

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  3. Buena iniciativa, Jordi, se debe aplaudir tu ánimo y tu compromiso social. Todo ello no quita que debas esforzarte, que tiendas como todo artista hacia el ideal de la perfección y que, desde ese punto de vista, seas tu principal crítico.
    Recibe un fuerte abrazo y perdón por el retraso en leer tu relato.
    Manuel.

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    1. Muchísimas gracias, compañero, se te aprecia mucho!
      Sin lugar a dudas, intento hacer todo lo posible por mejorar, cualquier sugerencia ya sabes!
      Un gran abrazo ;D

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